El 4 de abril pasado, mientras un grupo de docentes era desalojado de la ruta neuquina que estaba cortando, un policía de esa provincia le disparó una granada de gas en la cabeza a Carlos Fuentealba. En teoría, las granadas de gas deben ser disparadas hacia arriba, desde una distancia mínima de 60 metros. El docente murió. Y la lucha docente (profesión cargada de cada vez más responsabilidades que otorga un estado general de abandono social del país) fue escupida con saliva y sangre en la cara.
La primera estupidez es del gobernador, Jorge Sobisch: mandó a reprimir una manifestación docente. Hasta ahí, con el argumento de la libre circulación y otras maravillas a las que gustan apelar los fascistas que de repente quieren defender la Constitución, nada extraño teniendo en cuenta los tiempos que corren. El gobernador Sobisch aplica mano dura, pero en su aplicación tiene dentro de la policía a imbéciles que están procesados por aprietes, amenazas, vejaciones y otras yerbas. Sobisch dice que fue un error, claro, que no debía terminar así el asunto, que se hace cargo. Pero también dice que, así como le duele la muerte de Fuentealba, también le duele la muerte de dos policías muertos por delincuentes en la ciudad de Neuquén.
No, gobernador, no es lo mismo, y esa es otra muestra de estupidez. No es lo mismo la muerte de dos policías a quien la sociedad decide armar en su propia defensa, cuya baja "en cumplimiento del deber" es una posibilidad siempre latente y un "gaje del oficio", que muere en un combate contra individuos que están, digamos, fuera de la ley; no es lo mismo eso que un docente desarmado a quien las fuerzas de seguridad (que están para proteger a la población, armadas, insisto, con el consenso de ésta) asesina a quemarropa por haberle pisado un pie. No es lo mismo un representante de la ley armado asesinando a un docente que quiere un sueldo digno que un delincuente común que mata a un policía. No es ni será jamás lo mismo. Uno está avalado para asesinar con una estructura estatal detrás, los otros no.
Sobisch le echó la culpa al Gobierno Nacional. Éste, haciendo gala de sus grandes niveles de estupidez, responde, a través del Ministro del Interior, Aníbal Fernández: "Cada provincia tiene su propio poder de policía", lavándose las manos, como si la culpa entera fuera del inoperante de Sobisch. Otro error. Si cada provincia tiene su propio poder de policía y eso implica que el Gobierno Nacional se debe lavar olímpicamente las manos ante el accionar de éste, bárbaro, seamos gobernadores, tengamos nuestra policía y hagamos con ella lo que se nos cante el quinto forro, total. Y chicaneó: "Todos saben cuál es nuestra postura sobre derechos humanos". Kirchner, desde El Calafate, se mostró muy dolido. Nadie (obviamente) en el Gobierno Nacional salió a hacerse cargo del aumento impulsivo impuesto a los sueldos docentes a principios de año, cuando los que tenían que pagar esos sueldos eran los gobiernos provinciales. Nadie (obviamente) en el Gobierno Nacional mencionó que es uno de los causantes de este kilombo, en una maniobra de pésima estrategia para que Daniel Filmus (nuestro inoperante Ministro de Educación) se hiciera algo más conocido en Capital Federal, a ver si alguien lo vota para jefe de gobierno.
Otro que mostró sus grados de estupidez fue el dirigente del Pro y presidente de Boca Juniors. Mauricio Macri, que no parece tener demasiadas luces (si ud., querido lector, se fija bien en sus declaraciones a los diarios, se puede dar cuenta de que son conclusiones que puede sacar ud. o yo, estando borrachos y muertos de frío), se despegó de su hasta ese momento aliado político con la velocidad de un rayo. Que así no se hacen las cosas, que tendrá que dar explicaciones... incluso, en un acto de sorpresiva corrida hacia la izquierda (¡tan de repente!), declaró que es una "distorsión ideológica pensar que orden es dictadura militar". Macri sorprende día a día por su obviedad para querer captar votos y por su enorme, enormísima estupidez de niño bien que, como dijo Aníbal Fernández, andaba en triciclo en el balcón.
Mencionemos a nuestros, a esta altura, amigazos de la CGT. Hugo Moyano, en gran solidaridad con los gremios docentes y con la lucha de los trabajadores, decretó un paro de una hora para el lunes siguiente. No vaya a ser que al poder, que le pagaa él el sueldo o los sueldos, le caiga mal, vio.
¡Y Blumberg! El empresario se enojó con Macri (su aliado político) por dejarlo en banda al caído en desgracia Sobisch. Otro fascista estúpido, defendió al neuquino diciendo: "es una persona que quiso hacer cumplir la Constitución". Blumberg debería recordar aquella frase que dice que el camino al infierno está plagado de buenas intenciones.
Las reacciones de la clase política frente al asesinato de Carlos Fuentealba fueron torpes, una peor que la otra, mostrando lo inútiles y estúpidos que son. Todos manchados de sangre, unos se enfurecieron, otros miraron para otro lado, muchos se lavaron las manos y otros traspiraron un poco. Todos descolocados. Tenemos, entonces, un listado de estúpidos directos manchados por la sangre de Fuentealba:
La policía de Neuquén.
Jorge Sobisch.
Aníbal Fernández.
Néstor Kirchner.
Daniel Filmus.
Mauricio Macri.
Juan Carlos Blumberg (dios, este hombre es Droopy)
Hasta ahí los manchados directamente por su grado de culpabilidad, complicidad o ponciopilatismo (siempre inoperancia). Pero hay muchos más estúpidos que somos culpables de que esos personajes estén donde estén y nos quejamos de ello. Hay 37.000.000 de estúpidos que no sabemos cómo reaccionar. Algunos de esos estúpidos sentimos horror e indignación por la forma que tiene la clase política argentina de resolver los asuntos calientes.
Pero todos somos responsables.
2 comentarios:
Hay un problemita con el egoísmo. También hay otro problemita con la memoria y la vergüenza, preferimos olvidar lo molesto antes de hacernos cargo.
Y también tenemos otro problema, un poco más grave, que es que, mientras tengamos un plato de comida y tiempo para ver fútbol de primera, gran hermano o similares, nunca nos vamos a comprometer con lo que le ocurre al vecino.
Es más, si se muere, mejor.
Cordialmente,
Yo.
Qué le puedo decir, Errante. Por una vez estoy 100% de acuerdo con usted, de modo que no puedo añadir demasiado más. Habría que brindar por ese logro.
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