Hace unas semanas tenía absolutamente en claro qué iba a escribir en este post, porque las ideas van y vienen, se me escapan como el mar entre las manos. Y siguiendo con la analogía, las ideas vienen en oleadas y son únicas, son las primeras y las últimas de un momento de iluminación, conjunción de varias elipsis de significados. Ahí, ahí, en el cruce, viene el concepto. Lo difícil es repetirlo, repetir el tamaño, la fuerza y la espuma de aquella ola. Haremos el intento.
Me quería referir a los cultores de la superficialidad, a los fundamentalistas del egoísmo y la visión exterior, primera. A los que creen que algo es feo porque es pobre, ellos que necesitan vivir en una burbuja de pedos infectos donde todo sea fabricado en serie, ellos inclusive, tan previsibles, tan obvios, tan faltos de creatividad y de ideas.
¿Quién necesita una idea cuando todo está dado? ¿Quién necesita cambiar el mundo cuando mi papel higiénico es alcochadito?
Pregúntense, niñas y niños cultoras/es de la anorexia y de la bulimia si no hay cosas más importantes que un gramo de grasa corporal. Pregúntense si alguien los va a querer de manera genuina porque parezcan un esqueleto de un laboratorio de biología, pero cubiertos de piel. Pregúntese quién les lleva la comida al plato, las pastillas al blíster, la música a la fiesta, el vómito al basural. Pregúntense, si pueden, si les dan las cuatro neuronas que tienen al servicio de la insanidad alimenticia, si esa gente vive como ustedes y si está haciendo algo más productivo.
Ese mundo en el que viven, señoritas y señoritos sin preocupaciones, es el producto de un devenir lleno de baches y conflictos y muertos y vivos. Y el mundo del futuro, es responsabilidad nuestra. Claro que, en ese mundo del futuro, ustedes sólo serán una mancha en el agua podrida. ¿Qué aportan? Nada. Sólo aportan su estupidez y su enfermedad, como ejemplos negativos. Sólo aportan su inanición de ideas. Aportan la nada para que el resto construyamos todo. Ni siquiera aportan la contra de manera explícita, aportan la nada y, en consecuencia, la contra.
No son sólo los hambrientos por voluntad propia los militantes de la estupidez.
También lo son los que ven esperanza en algún lado y temen por su televisor de plasma, sin entender el fondo de la cuestión. (¿Por qué Allende contaba con una juventud de barbudos esperanzados con cambiar el mundo y Pinochet con un grupete de viejos vinagres bien vestidos que no querían juntarse con, precisamente, los negros que le llevaban la comida al plato y les lavaban los calzoncillos sucios? ¿Hay una batalla generacional eterna, más allá de la lucha de clases? ¿A qué obedece?)
También lo son los que votan a Macri "porque es buenmozo" o "porque es un argentino exitoso". Me pregunto: un tránsfuga de bigotes, ojos claros y campeón de su club, que le roba con guante blanco a todo el mundo y hoy -todavía hoy- come pizza con champán, ¿es un argentino exitoso?
(Ver la noticia sobre la reforma previsional y cómo el partido de Macri fue el único que votó en contra, a favor de las AFJP, que tenían un mercado cautivo de millones de argentinos desprevenidos, cuando el concepto de mercado vendría a ser, precisamente, que el cliente elija con libertad lo que se le cantan las pelotas)
¿Existe la posibilidad de que un argentino sea exitoso?
También lo son los que compran los libros que dan recetas de "cómo ser exitoso".
Y hay muchos más de militantes de la estupidez, sólo que ahora no pude completar mi ola a imagen y semejanza de la primera.
Es una pena.
Tenía muchas más puteadas que lanzar.
3 comentarios:
las ideas no son rentables, estimado méndele. cuántos comprenden que la función individual de todo hombre es indispensable. la apatía nos lleva a lugares que bordean el lado oscuro de la demagogia (muñequito macri, perfecto para la boda) y este comment no me alcanza.
aunque le hayan quedado muchas puteadas por decir, usted señor, repitió el tamaño, la fuerza y la espuma de aquella ola. y bienvenido sea al mundo de la diferencia.
¿Quién quiere rentabilidad? Yo sí, y a la vez no. Quiero, necesito plata para poder comer y vivir. Otra cosa es hacer de la rentabilidad una filosofía de vida. Ahí, por mí, se pueden ir a freir churros. Prefiero ser feliz, o algo así, a vivir en una nauseabunda calesita especulativa frenética. Algunos tienen esa filosofía de vida y, lo que es peor, no se dan cuenta, por más que es demasiado evidente.
Y la ola... la ola. La tuve clarísima una tarde a punto de cruzar Combate de los Pozos, tal vez esquivando un 12. Y al toque se me fue. Pero era algo por el estilo.
Gracias, Sibila, por las lecturas y los comentarios.
Quizás me equivoque, aunque siendo una percepción mía no puede ser más que un sentir, pero fuera de esta capital las calesitas tienen otro girar, otra musiquita.
Claro, que un pancho como yo con una mochila sin brújula no pensaba en la rentabilidad.
Y acá soy triste che.
Cómo me dijo una neuquina que cada vez aprecio más: "en bs.as. cada una cuadra gastas cinco pesos".
¿Estaremos enviciados?
Abrazo Rockero
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